¿Por qué es tan importante la gestión de residuos RAEE?

Frigoríficos, lavadoras, televisores, ordenadores, secadores de pelo, impresoras… son muchos los aparatos eléctricos y electrodomésticos que solemos utilizar en nuestro día a día tanto en el hogar como en el trabajo. No cabe duda de que nos hacen la vida más fácil, pero una vez dejan de funcionar se convierten en un peligro para el medio ambiente ya que son productos muy difíciles de reciclar. Hablamos de los conocidos técnicamente como Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), y está en nuestra mano darles una segunda oportunidad. 

Tal y como se explica en el Real Decreto 110/2015 de 20 de febrero, los RAEE son “todos los aparatos eléctricos y electrónicos que pasan a ser residuos, de acuerdo con la definición que consta en el artículo 3.a) de la Ley 22/2011, de 28 de julio”. En la descripción se concreta que los RAEE están formados por componentes, subconjuntos y consumibles que forman parte del producto en el momento en que se desecha. 

La importancia de gestionar los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos de manera correcta radica en las sustancias peligrosas que pueden contener. Aceites, fósforo, arsénico o mercurio son solo algunos ejemplos, cuya mala gestión afecta directamente al calentamiento global y la capa de ozono. 

Clasificación de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos RAEE

Una vez tenemos claros los electrodomésticos y aparatos electrónicos que queremos desechar, es importante conocer cómo podemos clasificarlos para su posterior reciclaje. 

  • Aparatos de intercambio de temperatura: radiadores, congeladores, aparatos de aire acondicionado, etc.
  • Monitores, pantallas y aparatos con pantallas de una superficie superior a 100 cm2: portátiles, monitores, televisores, etcétera. 
  • Luces: Lámparas, lámparas fluorescentes, etc.
  • Grandes aparatos con ciertas dimensiones superiores a 50 cm: lavavajillas, hornos eléctricos, impresoras, lavadoras, etcétera. 
  • Aparatos de informática y telecomunicaciones (inferiores a 50 cm): teléfonos móviles, GPS, calculadoras, etc. 
  • Paneles fotovoltaicos.
  • Pequeños aparatos (inferiores a 50 cm): batidoras, tostadoras, videocámaras, etc. 
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Cómo reciclar un residuo de aparato electrónico y electrodomésticos 

Como ya mencionamos, la importancia de reciclar los residuos de aparatos electrónicos y electrodomésticos reside en la necesidad de darles una segunda vida a muchos de sus componentes, gestionando de forma correcta aquellos que incluso resultan peligrosos. Para ello se realiza un desmontaje y separación manual de las diferentes partes del aparato. A posteriori se pasa a una fase de reciclaje mecánico y triturado de materiales. Por último, la fundición y reciclaje químico son los últimos pasos para la recuperación de los metales o bien aquellos contenidos que componen el aparato en cuestión. 


Al contrario que otros residuos, tendremos que depender de los puntos limpios o establecimientos concretos para la gestión de los RAEE, según el tamaño. Hay varios detalles a tener en cuenta en este apartado: si el aparato es inferior a 25 cm podrá depositarse en los denominados ecoparques, distribuidos a lo largo del municipio o ciudad. Otra opción es acudir a la tienda encargada de su gestión gratuita, siempre y cuando el establecimiento sea superior a los 400 m2. Por el contrario, si el aparato o aparatos son superiores a 25 cm deberemos solicitar un contenedor o bien llevarlo hasta un punto limpio. Generalmente en este campo entran electrodomésticos de gran tamaño, como pueden ser frigoríficos o televisiones.

¿Qué son y cómo se tratan para reciclarlos?

Como ya te hemos explicado, los RAEE son todos aquellos aparatos eléctricos y electrónicos que pasan a ser residuos; es decir, componentes, subconjuntos y consumibles que forman parte del producto en el momento en el que se desecha. Además de prestar atención a fases tan destacadas sobre el proceso de reciclado de un residuo de aparato electrónico, o cómo pueden clasificarse, no podemos dejar pasar por alto otras etapas igual de importantes. 

Entender el tratamiento de un RAEE es uno de los aspectos que debemos valorar para poder hablar de un residuo apto para su reutilización, y por ende, pasar a ser un AEE o componente recuperado. Para ello todos los RAEE tendrán que ser sometidos a un tratamiento específico mucho antes de la fase de valorización o reciclado. 

Tal y como se recoge en el anexo XIII del Real Decreto 110/2015 y, como mínimo, el tratamiento del residuo, consistirá en la retirada de todos aquellos fluidos incluidos en forma de aceites, lubricantes, entre otros. Además, se sumará un tratamiento selectivo de materiales y componentes, éste último punto ligando directamente con la clasificación de los residuos. 

Ambas fases, tanto el tratamiento del residuo en lo que a la retirada del fluido se refiere como la selección de materiales y componentes, se hacen de manera manual; pero también con opción a un proceso que puede ser mecánico, de triturado o fragmentación. Sea como fuere el método escogido, los residuos no se deben dañar o destruir aquellos componentes que puedan liberar sustancias peligrosas. A partir de este punto, los materiales o componentes pasarán a valorizarse, o bien eliminarse. 

El último de los pasos engloba la llamada identificación mediante códigos LER; es decir, indicando su destino para calcular los diferentes objetivos de valorización.